El domingo pasado disfrutamos de la excursión en helicóptero que nos regalaron María, Ana y Sergio. Nada más llegar a NY, hubo un accidente en uno de estos vuelos en helicóptero en el que murieron cinco turistas italianos. Esto, sumado al vértigo de Pablo, nos planteó algunas dudas, pero también pensamos que, después del accidente, se tomarían mayores precauciones que nunca. Tuvimos suerte con el tiempo: un día espectacularmente soleado y claro. Aparte de la piloto (¿pilota?), sólo íbamos cuatro personas más abordo y cabíamos justitos, por lo que podéis haceros una idea de lo pequeño que era el aparato. Teníamos la sensación de que el helicóptero se mantenía en el aire casi por arte de magia y de que pilotarlo consistía más en estabilizarlo que en propulsarlo en una u otra dirección. Desde el cielo, la ciudad parecía una maqueta perfecta. En cierto modo, la vista que se obtiene desde arriba resulta aún más familiar, por aquello de que las películas muestran tantos planos aéreos de Nueva York. Viéndolo desde arriba, entendimos la belleza del Empire, que a pie de calle parece una insulsa mole de hormigón. Ésta debía de ser la visión que tenía el arquitecto de su maqueta y, la verdad, visto así, el edificio, aparte de alto, es muy elegante. Lástima que el arquitecto no pensara que uno rara vez tiene la ocasión de subirse a un helicóptero. El paseo se nos hizo corto, como pasa con todo lo que se disfruta intensamente.
Para volver a casa, intentamos coger el metro en Wall Street, pero la parada estaba cerrada debido a un rodaje. Efectivamente, Julia recordó que había visto en los partes de rodaje que ese fin de semana Pressman rodaba “Wall Street 2” en la parada de Broad St. Como su nombre indica, se trata de la segunda parte de “Wall Street” (Oliver Stone, 1987), aquella peli sobre agentes de bolsa protagonizada por Charlie Sheen y Michael Douglas que puede que algunos de vosotros recordéis. Aquí fue un inmenso hit por la crudeza con la que reflejaba la vida y los (cuestionables) valores de los tiburones de las finanzas, y esperan la secuela con expectación.
De camino a casa, parada en WholeFoods para comprar los víveres para la noche: cena en el loft con los Hausman. Gran incertidumbre a lo largo de la tarde, porque no habíamos confirmado la cita desde que la habíamos fijado, varias semanas atrás, y no estábamos seguros de que los Hausman fueran a acordarse de venir. No parecía “muy Tracy” no haber reconfirmado asistencia el día antes, pero tampoco parecía “nada Tracy” olvidar un hito en su agenda. A mediodía le mandamos un mensaje que no contestó, y luego otro. Silencio. A las 7, media hora antes de la hora en que estaban citados, Julia la llamó. No había recibido nuestros mensajes y parecía inmersa en una debacle doméstica (luego averiguamos que estaba lidiando con la mayor de sus hijas – o, más concretamente, con el hecho de que ésta tenía que entregar unos deberes al día siguiente y necesitaba la ayuda de sus padres). Total, sí que vinieron, puntuales y arreglados para la ocasión.
Pablo había preparado una deliciosa crema de calabacín y una de sus recetas estelares de segundo: pollo con nata y champiñones. Patatas al horno de guarnición. Lo primero que dice Michael al cruzar el umbral “Wow! You have a better sense of style than we do!” a lo que añade Tracy, por si la situación no fuera ya lo bastante incómoda: “Bueno, no es que eso sea decir mucho, cariño”. Risas nerviosas; estamos de acuerdo –con las dos apreciaciones–, de manera que no parece muy buena idea desmentirlo y quedar de hipócritas, pero tampoco es el mejor momento para darles la razón. Julia sale al paso pidiéndole a Michael su americana y Pablo se arranca a hablar de IKEA y nuestras hazañas de bricolaje, que siempre dan mucho de sí. La cena estuvo plagada de momentos extraños. Seguramente porque es uno de esos temas que “no conviene tocar”, acabamos hablando de religión: Julia preguntó por Yom Kippur (curiosidad genuina) y a partir de ahí la cosa se descontroló. Todos sabéis cómo es Pablo. Pues bien, en inglés lo es todavía más. No queremos decir guapo o bien vestido –eso lo es igual en todos los idiomas (mucho)-, sino irreverente y poco diplomático. Le preguntaron si era religioso y se declaró agnóstico. Al entrar en detalles, no obstante, Tracy apuntó que parecía más bien declarada y estrictamente ateo. No es de extrañar, pues Pablo arguyó literalmente que las religiones le parecían una gran invención, como la rueda o las ollas a presión: una ficción que el ser humano necesita. Por si su punto de vista hubiera quedado difuso, comparó a Dios con Spiderman. Tracy aportó argumentos conciliadores y hubo cierto acuerdo entre los comensales en que las religiones eran algo que estaba bien “usar”, una herramienta útil para los pueblos y los individuos. A todas éstas, Julia se preguntaba si Pablo era consciente de que estaba compartiendo mesa con un matrimonio judío practicante. Cuando los Hausman le preguntaron si convenía con las opiniones de su marido, Julia miró a Pablo haciéndose la sorprendida (mera pose, claro) y dijo que en inglés sus juicios parecían mucho más radicales que cuando los emitía en castellano, probablemente porque en su segunda lengua no tenía a su alcance toda la parafernalia semántica y gramática necesaria para expresar moderación y demás herramientas diplomáticas. Michael rió y luego dijo que era bonito poder estar en la otra punta del mundo, solo y perdido, entrar en una sinagoga, y encontrarse con que allí todo le era familiar. Parecía el momento perfecto para asentir y sacar el postre, pero Pablo dijo: “Sí, a mí eso me pasa con el steak tartar”. Michael se adelantó al probable silencio incómodo soltando una carcajada y, a partir de ahí, la conversación viró afortunadamente hacia otros asuntos. Nos preguntaron por Josito, que es uno de sus temas favoritos, y les contamos que está convirtiéndose en un experto hostelero. La velada terminó a una hora civilizada.
El viernes, rodaje hasta las tantas en el loft, Pablo dirigiendo y Julia de actriz (pésima, por supuesto). El sábado, otro rodaje en casa. Pablo, agotado, se acostó tiritando de fiebre y con bronquitis. El domingo, madrugó para ir al tercer rodaje de la semana. Como era de esperar, a las dos de la tarde apareció por casa, más enfermo de lo que se había despertado. El termómetro que Julia salió a comprar a toda prisa marcaba 101,8 grados. Fahrenheit, claro, pero aún así son muchos grados: 38,7, para ser exactos. Ahora está en cama a sopitas, jarabe y antipiréticos. Mañana, Spiderman dirá.
Con gripe o sin gripe (Julia está en plan “cuando las barbas de tu vecino veas cortar”), este viernes nos vamos a Los Angeles a visitar universidades y a hacer las entrevistas pertinentes para el Master del año que viene. Seguiremos informando.
Pablo, no t'estàs de res. Con lo que os han querido los Hausman ( casi tanto como los Schumacher en su día) y tú no puedes evitar equiparar la cálida familiaridad de una sinagoga con la de un (buen) steak tartar. Y ahora con bronquitis ( qué dados somos a ellas). Está claro que Spiderman te ha dado un buen castigo. Cómo nos hemos reído.
ResponderEliminarEstamos deseosos de saber de vuestras aventuras en los Ángeles. Juli, molta sort allà, y esperem que a Pressman vayan abriendo los ojos.
¿ Por cierto, sabéis algo de la Fullbright?
Hemos ido al FNAC y nos hemos hecho con la IIa de Mad Men.
De aquí al facebook,
I&J
PD: Para hacerse con la nueva y gratuita Bluesky hay que viajar ni más ni menos hasta la Maquinista. Ya decía yo que había trampa. Qué horror.
PD2: Para allá van los Pedrolos, Pablo. Isa insiste en preguntar que para qué los quieres.