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Ojalá todo funcionara tan bien como el Departamento de Atención al Cliente de Thermomix

A nuestra amiga Isa la han llamado de Gas Natural para hacer la revisión de la instalación de un piso del que fue inquilina años ha. Isa les ha contestado “Es que ya no vivo allí”. Y la señorita ha preguntado: “¿Que ya no vive, o que ya no vive allí?” Evidentemente, Isa no ha sabido qué contestar. Se nos ocurre que podría haber dicho: “Que ya no vivo, pero es que justamente me ha pillado Usted saliendo de ultratumba para hacer unos recados. Es que en ultratumba el comercio cierra por la tarde, ¿sabe?”.

En cambio, ayer domingo escribimos un mail a Thermomix para que nos indicaran qué transformador necesitábamos para el aparato. Ya lo teníamos medio investigado pero queríamos asegurarnos. Esta mañana nos han contestado con un e-mail detalladísimo a la par que claro, y eso que éstos son dos atributos que no suelen ir juntos. Pues bien, en el documento no sólo se indicaba qué tipo de transformador necesitábamos (voltaje, potencia y frecuencia), sino que también se hacía una descripción que no tiene desperdicio de cómo era ese transformador. Atención:

Por este motivo, este transformador es un aparato: relativamente grande (como la mitad de una caja de zapatos), relativamente pesado (2-3 kilos), y relativamente caro (35.000 - 40.000 ptas).

Nos ha parecido magistral. Primero, lo de usar el término “aparato” para referirse al transformador (aquí se diría que los redactores se han moderado, habiendo estado tentados de escribir “trasto”). Segundo, lo de insistir en el “relativamente” para a continuación pasar a detallar exactamente cuánto. Tercero, lo de usar una caja de zapatos como unidad de medida de volumen. Diga que sí, señora, que con los centímetro cúbicos no hay quien se aclare. Y, por último, lo de remontarse a las pesetas, que deja clarísimo cuál es el público objetivo de la Thermomix: esa parte de la población que aún cuenta en pesetas. Evidentemente, nosotros hemos tenido que hacer la conversión a euros (¿Cuánto era un euro en pesetas, Pablo? Ni idea, trabajemos con la regla de que mil pelas son seis euros.) y luego a dólares. Cuánta sabiduría de andar por casa cabe en tres líneas, ohmygot.

El retonno

Bueno, pues Julia ya está de vuelta en NY. Como sabéis la mayoría, la entrevista para la beca le fue requetebien. Salió más contenta que unas pascuas. Sin embargo, no le han dado la beca. Se lo dijeron el día antes de subirse al avión de vuelta. No hay buen momento para recibir una mala noticia pero si hubiera un ranking de momentos malos para recibir malas noticias, es probable que en el top 5 estuviera el día antes de emprender un viaje de vuelta y de celebrar alegres despedidas con amigos y familiares. No es éste el lugar para ventilar según qué detalles escabrosos pero digamos que está muy orgullosa de haber quedado entre los 17 preseleccionados (de 116, no está mal) y que este batacazo no cambia en nada sus planes de cursar un Master el año que viene. Lo hará más difícil porque ir con el respaldo de una beca Fulbright siempre facilita la entrada pero qué sería de esta vida si todo fuera fácil. Por otra parte, aún le queda la esperanza de la Fulbright del Ministerio de Educación, que no es moco de pavo.

Lo peor del proceso de solicitud de acceso a los Masters ya ha pasado; ha enviado la documentación para cuatro de las seis instituciones que está barajando como opción, por lo que ahora su principal tarea es esperar a que las universidades den respuesta allá por el cercano mes de febrero. Nervios, nervios, muchos nervios. Os mantendremos informados.

Por lo demás, sus prácticas en Pressman, por las que muchos habéis preguntado, siguen sin novedad de ninguna clase: va dos días por semana a hacer informes de guión y otras menudencias, está contenta porque sabe que la valoran pero sigue sin ver que esa experiencia vaya a dar muchos más frutos de los que ya ha dado.

Le ha salido algún que otro trabajillo como editora de guión y sigue con sus ocupaciones habituales, léase leer para Filmax, conocer guionistas, productores y directores, escribir guiones para Pablo y pensar en proyectos de películas, series o lo que se tercie.

También está en vías de inscribirse en un curso de francés avanzado en la Alliance Française, más que nada para que eso que pone en su CV de que habla y escribe perfecto francés se parezca en todo lo posible a la verdad.

Veremos si este trimestre se matricula en alguna asignatura en NYU. Tampoco se trata de hacer demasiadas cosas y no dedicarle a ninguna el tiempo suficiente.

Pablo está absorto preparando dossieres y preproduciendo su corto de final de semestre, que rodará a principios de enero con toda la pompa que seamos capaces de reunir. Se titula “Department of Homeland inSecurity” y estamos muy ilusionados con el proyecto.

Las Navidades se nos han presentado muy precipitadamente. Julia se maravillaba en Barcelona de sus amigas que ya tenían la Nancy Pony, el carrito de bebé y las colonias de la abuela compradas y empaquetadas. El año pasado por estas fechas, cursilitas (la habitación de invitados que teníamos en el piso de Laietana) estaba a reventar de paquetes envueltos con suntuosos lazos y todo el que venía a tomar café se sorprendía de descubrir por fin, tan entrados ya en años, el almacén de Papá Noel. Este año, en cambio, nos ha pillado el toro bravo.

El viaje de Julia a España ha dado varios frutos. Entre otros, ahora tenemos nuestra hermosa Thermomix alojada en la cocina. Ahora sólo nos falta el transformador porque sin él no podemos usarla. El aparato fue facturado y llegó impecablemente hasta la cinta transportadora de maletas de JFK. Julia lo recogió junto a su pesadísima maleta y se encaminó hacia la aduana. Tan aparatoso era el paquete que los funcionarios me apartaron para llevar a cabo una de sus temidas inspecciones (sí cambio a primera persona).

- Señora, ¿Eso qué es... eso?

- Esto… eeeeeeh una Thermomix.

Caras de mí-no-comprrrrende. Uf, ¿cómo les explico yo lo que es una Thermomix?

- It’s an electrical appliance, a food processor.

Ay. Fue oír la palabra “food” y saltaron todas las alarmas. Un funcionario me apartó y puso mis cuatro maletas sobre la mesa: maleta, que subió incrédulo de que un bulto tan pequeño pudiera pesar tanto, Thermomix, bolsa de mano y bolso. Se puso los guantes y, antes de abrir ninguna cremallera, preguntó:

- ¿Trae algo de comida?

Aquí lo fundamental era no mentir, está claro. Yo no llevaba nada de comida pero en el momento en que te clavan la mirada preguntándote eso empiezas a tener dudas de si tus calcetines podrán considerarse comida. Aún así:

- Nada de comida.- Y, por si hubiera alguna diferencia entre lo que ese señor y yo definíamos como comida, añadí: - Lo único que puede ser ingerido y digerido de todo mi equipaje son tres botellas de vino.

Eran un tinto, un blanco y un Pedro Jiménez, pero no me pareció recomendable entrar en distinciones de uva.

- Pues a ver si es verdad.

El funcionario abrió las maletas y allí que descubrió el tabaco.

- ¿Esto es todo lo que trae de tabaco?

- Bueno, y otro cartón en el bolso.

- Fine, this is not a problem.

Vio los vinos, que no le llamaron la atención en absoluto (y eso que uno de ellos era un Protos Gran Reserva) y a continuación arremetió con la Thermomix, que era su verdadera preocupación.

- ¿Entonces esto qué dice Ud. que es? ¿Una comida de qué?

- No, comida de nada, es un procesador de comida, sirve para cocinar.

- Ajá. Y ¿ha estado en contacto con comida últimamente?

Allí que veo peligrar mi Thermomix y digo con grandes aspavientos:

- Huy, qué va, hace como medio año que no la usamos.

- Bueno. ¿De dónde dices que vienes?

- De España.

- España, ¿eh? (aquí una pausa para situar España en su mapamundi mental).- Ahí tuvisteis vacas locas, ¿no?

- ¿Vacas locas?- Pienso “sí, yo conozco alguna” pero digo: - Ssssí… creo que sí hubo algo de eso, hace muuuuuchos años, como en toda Europa.

Y menciono algún país que me parezca que a ese funcionario pueda merecerle algún respeto, como por ejemplo Gran Bretaña. Así que digo lo de Gran Bretaña así con acento británico, no sé por qué; el tío sabía que yo era española y que no tenía nada que ver con Gran Bretaña pero lo dije como si fueran dos palabras mágicas. El hombre abrió la caja, vio mucho papel de burbujas (mi madre había embalado la Thermomix con destreza magistral) y volvió a cerrarla en vista de que allí no cabía ninguna vaca loca.

Gran alivio. Pablo estaba esperándome al otro lado de las puertas correderas y, ya en casa, me recibió una alegre pancarta de BIENVENIDA A CASA. Entre esto y lo bien que me habéis cuidado todos por allí, no puedo pedir más.