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Receta a prueba de errores para hacer “chocolate chip cookies” (galletas con pepitas de chocolate)

INTRODUCCIÓN
(Podéis saltárosla si vais con prisa. Ahora bien, si vais con prisa, no es el momento de ponerse a hacer cookies, que parece una tontería pero acabas con la cocina empantanada, llena de galletas enfriándose boca arriba ya que, si las apilas, el chocolate de una se derrite contra la base de la otra y luego al despegarlas se te rompen y... No hagáis cookies si no tenéis la tarde libre).

Como sabéis, los americanos no miden las cantidades en peso, sino en volumen: usan la maravillosa medida de la taza (cup), la cucharita de té (teaspoon) y la cuchara (tablespoon). Tienen más medidas (gallons, quarts, pints, gills, pecks, dashes y seguro que me dejo alguna), todas ellas vinculadas por confusas relaciones de mutua dependencia proporcional, pero con la taza, la cucharilla y la cuchara puedes salir adelante en cualquier receta.

Este sistema está basado en una premisa errónea: que todas las tazas son iguales. Constatamos que los anglosajones son dados a este error, ya que para medir longitudes también tuvieron la maravillosa idea de usar el pie, sin duda una de las partes del cuerpo de tamaño más dispar. Si les hubiera dado por medirlo en dientes, o en ojos, al menos el margen de error sería menor. Concluimos pues que el anglosajón es un pueblo con poco sentido común para lo que vendría siendo inventar sistemas de medida. Menos mal que no les ha dado por medir el dinero en fajos o maletines.

A todas luces, con el tema de las tazas y las cucharas se les ha ido la mano:

1. Usando el sistema basado en el peso de los ingredientes, con una balanza de cocina te encuentras perfectamente equipado para acometer cualquier receta. En cambio, para seguir una receta americana, necesitas un medidor que te diga cuánto es una “cup” y un juego de cucharas para saber cuánto es una “tablespoon” y cuánto es una “teaspoon”. Y no sólo eso: también necesitas saber cuánto es media taza, un tercio de taza, un cuarto de taza, un octavo de cucharilla, la mitad de una cuchara... Total, acaba siendo inevitable añadir a tus instrumentos estos aparejos de la ilustración.


En cambio, no cabe duda de que un cuarto de 100 gramos siempre serán 25 gramos; un tercio de 90, 30; y así sucesivamente. Es lo que tiene manejarse con números: que, al constituir éstos un lenguaje en sí mismos, nos permiten prescindir de la relación con una realidad siempre engañosa.

2. Al hilo de lo anterior, los gramos nos permiten aumentar o reducir la cantidad de ingredientes proporcionalmente sin tener que recurrir a los quebrados; si una receta nos dice que tenemos que usar 1kg de harina y ocho huevos pero nosotros no queremos hacer bizcocho para un regimiento sino para un molde pequeño, sabemos que son 125 gramos de harina por cada huevo, así que es fácil adaptar la receta. En cambio, si la receta nos dice que tenemos que usar 2 1/3 tazas de harina y cinco huevos pero nosotros sólo tenemos media docena de huevos y queremos guardar dos para la tortilla de mañana, reducir las cantidades proporcionalmente se convierte en una tarea harto complicada, sólo apta para los más intrépidos.

3. Estas medidas dificultan mucho la precisión. Son medidas muy de “a ojo de buen cubero”. Y es que, mientras que la unidad del gramo es infinitamente pequeña (el límite es la sensibilidad de la balanza), para ser preciso con el sistema de las tazas, a menudo no basta con los medios, los tercios y los cuartos, sino que a veces hay que recurrir a sextos y hasta octavos. Todo muy práctico.

Como se ve que esto les parecía poco, hasta se han permitido convertir sus medidas de volumen a medidas de peso, de manera que:

4 tazas = 1 quart = 32 oz = 2 libras

Eso es una barbaridad (otra más) porque, evidentemente, una taza de agua no pesa lo mismo que una taza de harina.

Y ya que tocamos el tema del peso, no puedo resistirme a mencionar que 16 oz = 1 pound. Y me pregunto a quién se le ocurrió que sería buena idea cambiar de unidad en el número 16. Seguramente sería el mismo que opinó que a 40 grados había que salir de casa con gorro y guantes.

Dicho lo cual, no me he olvidado de nuestras cookies. He trasladado la receta americana a gramos, no sin haberme visto obligada a incurrir en cierto redondeo, pues no es de sentido común suponer que estáis equipados para medir 288 gramos de harina –ni uno más, ni uno menos-. Pese a mis esfuerzos, podréis comprobar que las medidas me han quedado algo incómodas, sobre todo si uno trata de memorizarlas. Así que he incluido también las medidas en modo americano por si alguien tiene la famosa taza de medir.

INGREDIENTES (salen unas 30 galletas de unos 10cm de diámetro)

· 150 g azúcar (3/4 cup)

· 165 g azúcar moreno (3/4 cup) *No caigáis en la tentación de sustituir el azúcar moreno por azúcar blanco; el moreno retiene mejor el agua y permite que las galletas acaben teniendo la textura deseada (blanda, no crujiente)

· 225 g mantequilla
(1 cup)

· 2 huevos grandes
(los huevos, por suerte, son huevos y ni a éstos se les ha ocurrido liarla con este tema)

· unas gotitas de extracto de vainilla 


· 290 g de harina (2 ¼ cup)

· una cucharadita de levadura Royal


· una cucharadita de sal

· chips de chocolate, cantidad al gusto *la receta recomienda 360 g (2 cups) pero a mí eso me parece demasiado

INSTRUCCIONES

· Precalentar el horno a 200º (centígrados, claro; si fueran Fahrenheit, esa temperatura no os daría ni para hervir agua)

· Mezclar el azúcar, la mantequilla, la vainilla y los huevos. Batir bien.

· Añadir la harina, la levadura y la sal.

Sabréis que vais bien si el resultado es una masa muy dura, que parece apropiada para rellenar grietas en la pared.

· Añadir las chips de chocolate. Esto hay que hacerlo a mano, que si no las chips se rompen. Mezclar hasta que las pepitas queden bien distribuidas.

· Cubrir una bandeja de horno con papel de hornear o, en su defecto, engrasarla bien con mantequilla o aceite.

· Hacer pelotitas o montoncitos de masa y alinearlas en filas y columnas, con la suficiente separación entre sí como para que no se peguen las unas a las otras cuando la masa se aplane. Aquí hay que tirar de inteligencia espacial; en ausencia de dicha habilidad (mi caso), del conocido método ensayo-error.

Yo hago los montoncitos del tamaño de una nuez, que resultan en galletas de unos diez centímetros de diámetro.

· Meter en el horno durante unos 8 minutos.

Al término de este tiempo, veréis que las cookies parecen estar crudas, aunque los bordes estarán algo tostados. No sintáis la tentación de seguir cociéndolas. Sacad la bandeja del horno; mientras se enfrían, acabarán de hacerse. Si las dejáis más tiempo del necesario, quedarán crujientes en vez de blandas, que es como han de quedar. Cuando estén lo suficientemente frías como para despegarlas sin romperlas (un par de minutos), dejarlas enfriando en un plato, boca arriba, hasta que las pepitas hayan vuelto a solidificar.

· Volver a hacer las pelotitas y ponerlas sobre la bandeja, tantas veces como sea necesario hasta que no quede masa. A mí me salen unas tres bandejas.

Et voilà!

1 comentario:

  1. qué ricoooo! mejor no me apunto la receta, que podría acabar pareciéndome al monstruo de las galletas del Barrio Sésamo (que me conozco!)

    y lo de las medidas... te aplaudo Juls x haber sido capaz de "traducir" ese mareo de cifras!

    un besote a los 2.

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