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Vivitos y coleando

No, no hemos muerto.

La vida en LA avanza a buen ritmo; tanto, que a este blog le están saliendo más telarañas que a la vida social de Chiquito de la Calzada.

Julia está encantada con su master. Ya no hay duda de que eligió el adecuado, básicamente porque consiguió entrar en aquel itinerario de guión/producción para TV del que os hablamos en su día, que en resumen quiere decir que tiene dos asignaturas más que sus compañeros y que está escribiendo a marchas forzadas el guión de una serie americana que se llama “Modern Family” y que es la monda. ¿Que por qué está escribiendo el guión de una serie que ya tiene sus propios guionistas? Porque hay dos cosas que se necesitan para encontrar trabajo como guionista de tele en este país: la primera, tener un “spec script”, esto es, el guión de un capítulo de una serie que se esté emitiendo en estos momentos en el que uno demuestre solvencia para entender e imitar el tono de la serie y las voces de sus personajes; la segunda, tener un “pilot script”, el guión del primer episodio de una serie de creación propia en el que se demuestre capacidad para generar nuevos contenidos. Este trimestre nos estamos centrando en lo primero (reproducir la voz de otros guionistas) y el que viene nos centraremos en lo segundo (demostrar que tenemos una voz propia, cosas que contar). No son pocos los alumnos que, dando a leer los guiones escritos en estas clases bajo la supervisión del profe, han encontrado representación y sido contratados en series de televisión americanas. Claro que ninguno de ellos era inmigrante. Julia es la única productora de la clase (el resto de alumnos son del máster de guión) y la única europea, lo cual da lugar a algunas situaciones cómicas. Por ejemplo, Julia se ha convertido en la asesora cultural de chistes latinos ya que ella es la referencia más cercana que estos chicos tienen de una colombiana, así como de una mexicana o de una argentina. Es triste pero es así: si no fuera por Julia, nadie de la clase sabría que la mayor parte de los mariachis no son venezolanos o que la especialidad de Julio Iglesias no es bailar tangos.

Pablo está razonablemente contento con su segundo año de máster. El campus de Los Angeles está mejor organizado que el de Nueva York y los profesores son más competentes. Este año, en vez de rodar cuatro cortos por fin de semana, su tarea principal consiste en preparar el corto que será su tesis (a propósito del cual empezaremos a daros la lata en breve) y en escribir el guión de largometraje que necesitará tener bajo el brazo cuando empiecen a llamarle agentes y productores locos por producir su primera película. El corto estará basado en el guión que escribieron Julia e Isa como proyecto de final de carrera en la Pompeu, la apasionante historia de amor y traición de Fritz Lang (cineasta de origen judío) y su mujer y guionista Thea Von Harbou en la Alemania Nazi. El largo es una comedia sobre una anciana racista y agorafóbica (imaginaros a Jack Nicholson en “Mejor… Imposible” pero en señora) que sin comerlo ni beberlo se ve en la obligación de cuidar a la hija de su criada mexicana. Por otra parte, estamos empezando a mover por festivales el corto “How to Rock a First Date”, que produjimos a pesar de grandes desastres climáticos en Nueva York el año pasado. Si no lo habéis hecho todavía, por favor dadle a “me gusta” en nuestra página en Facebook.

Por otra parte, Julia ha comprado a precio de ganga el guión de largometraje de una guionista del máster de UCLA y lo hemos enviado al laboratorio de guión de Sundance, el festival de cine más importante de Estados Unidos. Las posibilidades de que nos seleccionen son mínimas (cogen doce proyectos de mil quinientos) pero, en opinión de Julia, el guión es la monda (“Little Miss Sunshine” pero con más mala leche) y había que intentarlo. Si no es esto, alguna que otra cosa buena saldrá de él.

Ya tenemos sendos coches y carnets de conducir. Los dos aprobamos teórica y práctica a la primera, para gran sorpresa nuestra ya que, a pesar de juntar entre los dos veinte años de experiencia al volante, no es que nos caractericemos precisamente por ser buenos pilotos.

Del primer coche ya estáis informados porque es el Golf que nos dejó tirados en San Francisco. Por suerte, la garantía se ocupó de (casi todos) los gastos y ahora el coche ya está curado. El segundo es un New Beetle, también gris plata, al que Pablo llama “el huevo”. Si os estáis preguntando por el motivo de semejante mote, helo aquí:

El huevo lo conduce Julia pues Pablo está convencido de que dejarse ver en él minaría su credibilidad. Y la verdad es que Julia no tiene muchos argumentos para contradecirle.

Desde que nos mudamos a Los Angeles, nuestra vida social ha escalado varias posiciones. No hay sábado sin resaca. Precisamente este viernes, Julia organizó una fiesta para juntar a los productores de UCLA con los del Peter Stark, eternos rivales. La iniciativa fue muy bien recibida por ambas escuelas y la fiesta fue todo un éxito.

Por fin, después de meses sin encontrar un hueco para ocuparnos de la gestión, hemos comprado una tele, un reproductor de DVD y un disco duro para grabar todas las series de televisión a las que somos adictos, como “Modern Family”, “The Good Wife”, “Breaking Bad”, “The Big Bang Theory”, “How I Met Your Mother”, “30 Rock”, “Weeds”, “Mad Men” o “The Wire”. Todas muy recomendables.

Estamos planeando Thanksgiving, que vamos a celebrar con los compañeros de máster de Julia que han decidido no irse con sus familias, ya sea por motivos obvios (por ejemplo, ser sueco), o por no querer perderse el espectáculo que va a ser ver a Pablo marinando y rellenando el pavo al grito de “¡Julia, atenta a la salsa de arándanos, pordios!”

Siguiendo con la tradición instaurada desde que nos casamos, no volveremos a España vuelve-a-casa-vuelve-por-Navidad. Haremos un road-trip cuyo itinerario aún provisional pasa por San Diego, Las Vegas, Yosemite, el Gran Cañón del Colorado y Big Sur (región acantiladesca de la costa norte de California). La madre de Julia irá al volante de nuestro flamante Golf.

El clima en Los Angeles es una maravilla. Ahora mismo os escribimos en manga corta desde nuestro patio trasero, en el que luce un sol de lo más agradable. Tenemos dos ardillas en adopción y un colibrí que viene a libar de nuestras flores casi todas las tardes. La jardinería sigue siendo nuestra gran asignatura pendiente; de momento, si exceptuamos dos albahacas que van sobreviviendo y nos van dando para alguna que otra salsa pesto, todo lo que hemos intentado plantar se nos ha muerto. Es bastante humillante, sobre todo si tenemos en cuenta que absolutamente todas las plantas que ya estaban en el jardín antes de que llegáramos nosotros sobreviven y florecen con una vivacidad insultante. En cambio, planta que traemos nosotros, planta que se marchita al instante. A veces duran una semana; a veces, dos pero tarde o temprano todo acaba siendo pasto de nuestro infame gafe para la botánica.

Un paréntesis: San Francisco

Ay hijos míos.
Pues aquí estamos más tirados que una colilla en San Francisco (que, todo hay que decirlo, no es un mal lugar en el que quedarse tirado) porque ayer nuestro Golf, después de habernos llevado durante todo el día colinarriba colinabajo (ya sabéis que esta ciudad es muy montañosa), decidió que no arrancaba más.
Esto sucedió justo cuando estaba levantándose la niebla y andábamos deslumbrados por la belleza de la ciudad que por fin se nos revelaba. Habíamonos encaramado a Twin Peaks, dos colinas gemelitas desde las que se disfruta de una vista espectacular de la ciudad, cuando aparcamos el coche un momento y, al intentar arrancarlo para seguir disfrutando de nuestro paseo, la tragedia se cernió sobre nosotros.
Gracias a un momento de inspiración divina que tuvimos cuando compramos el coche, estamos 100% cubiertos por la garantía que compramos, que paga la grúa que nos llevó al taller, el taxi que nos trajo de vuelta al hotel, la noche de ídem, la reparación pertinente y, si necesitamos alquilar un coche, pues también.
Ahora estamos a la espera de que nos llamen del taller. Parece que puede ser la batería o el alternador pero no están seguros porque (como era de esperar) esta mañana en el taller el coche ha arrancado sin problema. El muy zascandil arranca siempre que hay otro mirando (otro que no seamos nosotros).
Teníamos pensado volver hoy a LA por la highway 1 para ver el trozo de costa del que no pudimos disfrutar a la venida pero no sabemos si va a poder ser puesto que hay tramos bastante largos de esa carretera en los que no hay cobertura y, de volver el coche a hacer de las suyas, no quisiéramos encontrarnos mirando la batería de hito en hito mientras nuestros móviles no sirven sino para ser quemados y hacer señales de humo.
Seguiremos informando de cómo se desarrollan los acontecimientos.

LA, capítulo primero: De vuelta

Después de unas vacaciones del tipo “si hoy es día 27, este avión aterriza en Barcelona; si hoy es 2, esto es Córdoba; si hoy es 31, tú eres mi prima la que se casa”, el sábado 21 de agosto por la mañana cogimos un avión con destino a LAX. Curiosidades del cambio horario, después de veinticuatro horas de aeropuertos, controles policiales, pasos de aduanas y vueltas por el dutifrí, ese mismo sábado por la noche aterrizábamos en Los Ángeles.

El viaje fue toledano. Primero, un Barcelona – Madrid con retraso, aunque no el suficiente como para que perdiéramos la conexión. A continuación, un Madrid – Nueva York infernal: nada más sentarnos en el avión, empezamos a encontrarnos mal. Pablo vomita una vez antes de despegar; Julia, dos. De hecho, la pobre pasó más horas en el lavabo que en su asiento. Por supuesto, rechazó la bandeja de “pasta o pollo, da igual lo que elijas que todo está igual de malo”, pidió varias manzanillas e incluso llegó a rogarle a más de una azafata si había algún sitio en el que pudiera estirarse, ya que le sobrevino el convencimiento firme de que su estómago sería menos propenso a rebelarse si se encontraba ella en posición horizontal (por supuesto, no se trataba sino de una de esas inverosímiles supersticiones que a menudo nos asaltan cuando un malestar profundo nubla nuestro entendimiento). A todo esto, las uniformadas de Delta hicieron gala de una pétrea pasividad: por no hacer, no hicieron ni el amago de sentir lástima por nosotros.

Al llegar a JFK, hacemos la larga cola de inmigración con el estómago aún sin asentar. Después del trámite con el funcionario de turno, éste nos comunica muy amablemente que a Pablo tienen que entrevistarle personalmente. Vayapordios.

Pasamos a la salita de Viajeros con Infortunio Fronterizo. Allí que estamos sentados esperando a que nos llamen cuando oímos que la funcionaria que sostiene el pasaporte de Pablo en la mano le susurra a un compañero: “En realidad, no puede entrar hasta treinta días antes del inicio de su programa, ¿Verdad?” Madremía-madremía-madremía: es verdad. Y para que llegue ese plazo faltan aún tres semanas bien buenas. ¿Cómo se nos ha podido pasar? Con lo atentos que hemos estado a todos los trámites de viaje y a los requisitos y limitaciones de nuestros visados. Julia ya mira a Pablo con ojos de “Como nos digan que tenemos que volver, vuelvo a devolver”. Por suerte, se ve que no era tan problemático como creímos en un principio; la limitación se aplica durante tu primer año como estudiante pero, a partir de entonces, ya no pasa nada. Qué susto más tonto nos hicieron pasar.

Al salir de allí, rechequeamos las maletas (no, no pueden ir directas a tu destino) y nos dirigimos a los mostradores de facturación de American Airlines, donde intentamos cambiar nuestro billete para LA a Business (así de mal se encontraba Julia). Pablo intentó ganarse a la azafata haciéndose el marido desprendido que pagaría lo que fuera por que su maltrecha esposa viajara cómoda (mera pose para ablandarla y que nos dejara el aumento de clase a precio de ganga, claro, pues no podemos permitírnoslo) pero, por más que conmovió al personal de tierra, no hubo tu tía; no había plazas en Business, y casi mejor, porque de haberlas habido hubiéramos tenido que desdecirnos de nuestro farol. Así que pasamos el enésimo control policial del día, localizamos la puerta de embarque, extendimos nuestra toalla de playa sobre la moqueta de la zona de espera y allí nos tendimos durante las tres horas que quedaban hasta que saliera el vuelo. A estas alturas, Julia por fin había dejado de vomitar aunque seguía encontrándose mal.

Aterrizamos en LAX por la noche, recogimos las maletas (que tardaron siglos en salir, una de ellas, víctima de un salvaje navajazo que iba acompañado de una tarjeta de las autoridades aduaneras americanas en el que nos decían –por si lo del navajazo no nos hubiera parecido pista elocuente– que habían revisado nuestra maleta), alquilamos un coche y ya por fin nos fuimos para casa.

Llegamos a nuestro hogar-vacío-hogar de madrugada. Afortunadamente, nuestro dueño-vecino-pesado nos había preparado la cama con su colchón hinchable. Muy majo el pobre. Dormimos como troncos pero al día siguiente a las cinco de la madrugada ya teníamos un ojo abierto (uno cada uno, se entiende).

Era domingo pero aquí nunca cierra nada así que fuimos a Ikea, donde nos hicimos con los dos bienes más básicos de cualquier hogar que se precie: el sofá y la cama. Comimos allí con la prudencia que aconseja la resaca de una gastroenteritis autodiagnosticada a medio curar. Por la tarde, fuimos al supermercado para avituallar la despensa. Llegamos a casa de noche y derrotados.

El lunes estábamos en pie a las cinco otra vez. Así empezó una semana en la que básicamente nos dedicamos a ir de una tienda a otra, descubriendo el equivalente estadounidense de Leroy Merlin, Carrefour o Habitat; las tiendas de muebles de jardín (es lo que tiene tener jardín, que hemos tenido que abrirnos a esa rama de la decoración); anticuarios de muebles carísimos; almacenes de muebles usados tan estrafalarios que no parecen tener sitio más que en rodajes; y, por supuesto, nuestra muy querida Ikea, en la que nos movemos con más soltura que los propios dependientes (que tampoco es que sea decir mucho). Como podéis imaginar quienes conocéis nuestra afición a decorar, combinar telas y tapizados y exprimir nuestro presupuesto hasta el último céntimo para hacer de nuestra casa lo menos parecido a un hogar de estudiantes, fueron unos días muy, muy divertidos.

Después de haber elegido, comprado, transportado y montado dos camas; varias sillas; mesas de despacho, de comedor y de centro; cómodas; un sofá; una chaise longue; una butaquita; varios muebles de estantería y alguna que otra lámpara, la casa está prácticamente amueblada. También hemos decapado (Bárbara, nos acordamos mucho de ti) una cómoda para el dormitorio y lijado y barnizado dos tableros para la mesa del comedor del patio trasero, así como colocado algún que otro jarrón, organizado nuestra estantería para las especias, vaciado nuestras maletas y cajas y limpiado la casa de arriba abajo.

Además de todo esto, hemos estado dedicados a la búsqueda de coche (capítulo aparte en breve), a dar de alta los servicios de Internet, gas, agua y luz, a hacernos con el barrio y a redactar un Tratado de Paz Permanente con la fauna y flora que habita nuestro jardín.

Julia ya ha visitado UCLA un par de veces: ha ido a presentarse al profesorado, se ha sacado el carnet de estudiante y ha empezado a explorar el campus, que es inmenso. Los del máster aprietan tanto que ya le han puesto deberes. De hecho, ése es el motivo principal por el que esta entrega se ha demorado tanto. Julia ha tenido que escribir dos secuencias para ver si la admiten en el itinerario de guión/producción para televisión, para el que por lo visto hay mucha competencia (entre otra, de los estudiantes de guión de UCLA, que son, según dicen, los mejores del país). Como la niña tiene muchas, muchas ganas de entrar en dicho itinerario, ha estado dedicando cada rato libre que le han dejado “las mil gestiones del día a día” a escribir esas secuencias, y no este blog.

Y hasta aquí el primer tramo de nuestra instalación. En breve, capítulo aparte sobre la compra del primer coche, el viaje exprés de Julia a Madrid, el inicio de nuestra no poco variada vida social, el resultado de nuestra lucha por conseguir el carnet de conducir californiano y la visita que estamos planeando a San Francisco.

Como siempre, el grueso de las fotos (que no es Pablo, quien ya ha recuperado la línea tras las opíparas vacaciones) lo colgaremos en Facebook. Sin embargo, os dejamos aquí algunas imágenes de nuestras últimas peripecias.

Comiendo en Ikea Burbank (ya se ve por las palmeras que esto no es Badalona).

Primer cargamento (de momento, ha habido cuatro, aunque no todos como éste, claro)

Montando cama de invitados, también conocida como "la litera cercenadora de cabezas", pues está justo debajo de un ventilador harto peligroso (pero era esto o nada, así que ya podéis daros con un canto en los dientes).

Cómo nos gusta este sofá. Lástima que no podamos pagarlo.

Lijando.

"Decapando" (en realidad, malpintando de blanco, es decir, diluyendo la pintura blanca en agua para luego repartirla malamente con un trapo).

Primera comida en el porche.

A punto de cenar una merecida fondue de descanso.

Desayuno en el patio trasero.

El dormitorio work-in-progress (la cómoda es el mueble de Ikea "decapado").

El comedor del patio, con la mesa ya lijada y barnizada.

El rincón de lectura.

Habemus casa en Los Ángeles

El miércoles 14 de julio aterrizamos en LA con ganas de librarnos del calorazo neoyorkino y con la misión de encontrar una casa en cinco días escasos. Para nuestra sorpresa, el bochorno nos persiguió desde la costa este y, aunque hay que decir que los treinta grados centígrados son mucho más soportables allí que aquí, llegamos a una ciudad en la que todo el mundo nos decía “habéis traído el calor con vosotros; hasta ayer mismo estaba haciendo un fresquito…” Vayapordios.

Nos alojamos en casa de Angelica, la productora de los dos últimos cortos de Pablo, compañera de clase, muy maja y negra para más señas. Ella vive en un apartamento en Sherman Oaks, que es un barrio de la San Fernando Valley. Se nos hace imposible explicar la distribución de LA sin resultar harto cansinos pero, a grandes rasgos, digamos que LA está dividido de Este a Oeste por las colinas en las que se encuentran las famosas letras de HOLLYWOOD: al Norte, San Fernando Valley, que viene siendo el extrarradio; al sur, Hollywood, Bel Air, Beverly Hills y esos barrios que nos suenan por las pelis y las series de televisión; Santa Monica y el resto de playas hacia el Oeste; y, más al Sur, Downtown (que de centro no tiene nada más que el nombre). El campus de la NYFA (donde estudiará Pablo) está en Universal Studios, es decir, pegado a la cara norte de las colinas. El campus de UCLA (donde Julia) está al sureste de las colinas. Así que la cosa era encontrar algo que estuviera a medio camino, con la dificultad añadida de que, encaramados a las colinas (que sería lo que parecería estar entre NYFA y UCLA) sólo hay mansiones y coyotes, así que por ahí no podemos vivir.

Aterrizamos al más puro estilo Pablo y Julia, es decir, con un completísimo Excel de casas disponibles bajo el brazo, elaborado en los días previos a partir de búsquedas por Internet, dispuestos a ver tantas casas como fuera humanamente posible y decididos a encontrar el lugar ideal o morir en el intento. Alquilamos el coche más barato con el que fuimos capaces de dar y nos dedicamos a visitar unas ocho casas por día. Al caer el sol, llegábamos a nuestro provisional hogar en el extrarradio (donde Angelica nos cuidó estupendamente), nos conectábamos a Internet y nos dedicábamos a buscar más casas y a atar citas con los dueños para el día siguiente. Nos acostábamos pronto porque había que madrugar: en pie a toque de pito a las ocho de la mañana, cómprate un café en Starbucks y desayuna mientras conduces (que para eso los coches llevan portavasos) por la 405 freeway (una autopista que cruza la ciudad de Norte a Sur por el Oeste) en dirección a la zona donde buscábamos casa.

Al principio, nuestro radio de acción era muy grande pero poco a poco fue reduciéndose a medida que íbamos viendo que había muchos barrios horrendos. A ritmo de unas ocho visitas al día, el jueves por la mañana vimos una que nos gustó mucho (la llamaremos “la de los gays”) y el viernes vimos otra que nos enamoró (la llamaremos “la de Joe”). La de Joe era nuestra primera opción y, la de los gays, nuestra segunda. Pero no sólo de que a ti te guste la casa trata el asunto; también tú debes gustarle a su dueño.

Resultó que los gays quedaron enamorados de nosotros (y nosotros de ellos) y encantados de alquilarnos su apartamento, que era el piso de arriba de la casa que tienen en su jardín trasero, una vivienda de dos habitaciones, bastante grande, muy tranquila y con una cocina enorme y muy, muy bonita. El apartamento tenía acceso a un jardín apto para organizar cenitas pero compartido con los dueños y con los vecinos de abajo. En cambio, Joe (el dueño de nuestra casa favorita) se mostró muy contrariado con eso de que no tuviéramos número de la seguridad social americano porque eso implicaba que no podía verificar nuestra solvencia económica y tuvimos que vérnoslas y deseárnoslas para convencerle de que, a pesar de ser inmigrantes, como inquilinos somos de lo más apañados y tenemos los suficientes posibles como para poder pagar el alquiler. Mientras los gays nos hacían rebajas y más rebajas y nos invitaban a su casa a tomar café para que nos quedáramos con su apartamento (agradable y grande pero no tan mono como el de Joe), nosotros intentábamos no quemar esa carta mientras en paralelo tratábamos de convencer a Joe de que tenía que alquilarnos su casita. Finalmente, tras haberle enviado un explícito mail de los nuestros en el que hacíamos gala de nuestras becas y de nuestro savoir faire maquetando documentos Word, el domingo tuvimos una reunión con Joe y con su hermana (son una familia siciliana así que todo lo que les rodea es muy… siciliano) en la que les convencimos de que éramos los candidatos ideales. Tras una negociación de CUATRO horas, en la que Joe no dejaba de contar anécdotas que enseguida dejaron de resultarnos interesantes y en la que comprendimos que el señor no entendía nuestro sentido del humor, firmamos el contrato, pagamos el depósito y el primer mes y, por fin, ya tenemos casita.

Nuestra / vuestra vivienda en LA está al oeste de West Hollywood (que es un término municipal en sí mismo), lindando con Beverly Hills, al final de una calle sin salida, por lo que es muy tranquila. La casita está escondida, a unos cuantos metros de la calle (espacio en el que podemos aparcar un coche) y oculta tras una puerta de madera. Al cruzar ese umbral: a tu derecha, una pergolilla con su mesa y sus sillas de jardín y, al frente, cuatro o cinco escalones que suben hacia la entrada principal. Al entrar, un salón y, al fondo, la cocina, abierta. Todo muy luminoso; casi hay más puertas y ventanas que suelo y paredes. A la izquierda, un dormitorio grande, un baño y un pequeño cuarto que creemos poder habilitar como despacho y cuarto de invitados (cosa que exigirá que nos devanemos los sesos, pongamos Ikea patas arriba y tengamos largas discusiones). Detrás, una terraza cubierta ideal para poner un comedor de exterior que, con el benigno clima de Los Ángeles, debería ser útil durante prácticamente todo el año. La casa está sin amueblar y tiene algunos toques horteras (una especie de estucado veneciano, algunas molduras que son demasié, lámparas de techo feotas…) pero creemos que podremos arreglarlo a base de Ikea, alguna ganga de anticuario y un poco de picardía. Por lo demás, está perfectamente equipada (cocina estupenda, lavadora, secadora, nevera tamaño americano) y, además, tiene un jardincito lateral en el que estamos barajando poner una hamaca y/o un pequeño huertecillo.

Ya hemos abierto cuenta de banco en el Citibank del barrio y empezado a estudiar el catálogo de Ikea (que, por otra parte, a estas alturas ya nos sabemos de memoria). Nuestras escasas pertenencias están casi todas en Los Ángeles: sólo faltan un par de cajas que embalaremos en los próximos días y le enviaremos a Joe, que trabaja desde casa y será el típico dueño-vecino-pesado-pero-qué-cómodo-que-estés-al-lado-por-si-se-nos-estropea-algo. Por contrato, ha de avisarnos con 24h de antelación antes de venir y parece ser el tipo de persona que sigue las normas a rajatabla así que no nos preocupa que esté todo el día en casa como piojo por costura. Lo que sí sabemos es que comentarle cualquier cosa, por breve y anecdótica que sea, implicará tener una conversación en toda regla porque es de ese tipo de gente que no pilla los “Bueeeeeno”… “Pues lo dicho”… “Hm, hm, sí, ya si eso lo vamos hablando”. La única forma de escapar de él cuando te pilla por banda y empieza a enrollarse como una persiana es decir que sí a todo mientras vas alejándote de él poco a poco, casi imperceptiblemente, hasta que por fin estás tan lejos que ya no puede gritar más para que le oigas, y entonces aprovechas una pausa en su discurso para escabullirte como una veloz lagartija a la fuga, que puedes disimular con un “Okay, see you around, bye!”

Ya estamos a punto de comprar los billetes para Espain. Aterrizaremos en Madrid o Barcelona el 30 de julio como muy tarde. En cuanto le demos los últimos retoques al corto (del cual llevaremos una copia bajo el brazo), haremos una cenita para despedirnos de esta ciudad que nos ha acogido tan maravillosamente bien y dejaremos Manhattan con sus rascacielos, sus repentinos cambios de humor y sus turistas en asfalto recocidos. Ay, qué ganas de España y qué ganas de California.

Una "gran" noticia

"El Gran Vázquez", la peli con la que Julia ha dado tanto la tabarra porque trabajó en ella cuando estaba en Distinto, ¡Está seleccionada para la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián! No os imagináis la alegría y la ilusión que nos hace. Tenéis que ir a verla cuando se estrene, ¿eh?

Desde la T-1

Al habla Julia desde el aeropuerto de Barcelona, mientras a su lado una chica de Salt Lake City le cuenta a un matrimonio de Florida las bondades de “Ouviedou, near Hihoun” (Oviedo, cerca de Gijón). La señora no se hace una idea de dónde está la ciudad. Estoy por intervenir y decirles que es donde Javier Bardem se tira a Scarlett Johansson en la peli de Woody Allen ya que de otra forma no creo que se desempaten (a juzgar por los comentarios que intercambian, la de Salt Lake City y los de Florida tienen mapas mentales de España de lo más estrambóticos y que, además, no casan entre sí).

A todas éstas, Julia espera la llamada de embarque al vuelo que me lleva de vuelta a NY, donde emprenderemos por fin la mudanza a LA.

Como algunos ya sabéis, Julia ha estado unos días en Madrid y Barcelona. Fue a la concentración de becarios Fulbright y a sacarse el visado que le permitirá estar en EE.UU. como estudiante por derecho propio y no como consorte. El Embajador de EE.UU. en Madrid, un empresario judío recién estrenado en el puesto (Obama lo nombró a principios de año), nos invitó a una recepción en su casa, donde conocimos a su señora esposa y a su caniche. No, no hubo Ferrero Rocher; resultó que era una barbacoa a base de hamburguesas y hot dogs, que para una servidora resultó una gran desilusión pues una llegaba con ganas de comer jamón, queso, tomate, aceite, tortilla y esas cosas. Después de comer, entramos a la embajada, que viene siendo como la trastienda de la residencia del embajador. Allí nos hicieron los papeles en un momento. De hecho, habían cerrado la embajada para nosotros (unos cuarenta becarios). Todo muy práctico, la verdad. Y, desde luego, mucho más sencillo que el año pasado, cuando Pablo y Julia fueron en modo plebeyo.

El miércoles, Julia llegó a Barcelona a las 23:59 de la noche (salió de Sants en plena traca sanjuanera) y ha estado por aquí unos días muy tranquila. A los que no he visto, no os preocupéis; Pablo y yo volvemos en unas cuantas semanitas. Nos vemos entonces.

Del rodaje del último corto (“Detour” o “How to Rock a First Date”), ya habéis visto alguna noticia por Facebook o en este blog. La verdad es que fue durillo, básicamente porque, además de los imprevistos que son previsibles en cualquier rodaje, sucedieron tres imprevistos que, más que imprevisibles, tenían poca solución posible:

a) Una semana antes de empezar a rodar, con el guión ya en su versión definitiva, habiendo ensayado con los actores y con el plan de rodaje cerrado, nos enteramos de que no podríamos rodar más que cuatro horas al día con luz de noche. Esto, en un corto en el que casi todo tenía que suceder por la noche, supuso un problemón. Cambiamos buena parte del guión, rehicimos los horarios de rodaje, renegociamos los permisos de rodaje y demás pero ya empezamos con el pie cambiado.

b) El segundo día, tuvimos que cancelar el rodaje por lluvia. Cuando tienes seis días de rodaje, que te quiten uno es un gran trastorno. Vuelta a recortar el guión, rehacer el plan de rodaje y procurar que aun así la historia tuviera sentido. Además, como no cancelamos hasta el último minuto (cuando Pablo y Julia ya estaban en el set, calados hasta los huesos), perdimos horas de descanso y de trabajo. De vuelta a casa, en la furgoneta, conduciendo Pablo y a puntito de cruzar el puente de Williamsburgh en nuestro periplo de Queens a Manhattan, a Pablo le dio un ataque de pánico (sí, sí, aquello de hiperventilar y creer que te vas a morir). No fue gran cosa porque enseguida identificamos que se trataba de un ataque de ansiedad, por lo que teníamos claro que no era peligroso y que se pasaría solo, más tarde o más temprano. Pero eso os da una idea del nivel de estrés que llevábamos.

c) El último día, cuando había que rodar todos los planos del coche de la protagonista pasando de largo, frenando, dando la vuelta y otras cosas que son cruciales para que se entienda la historia, el Chrysler, que llevaba desde el año 63 funcionando sin dar un ruido, decidió que hasta ahí había llegado.

De todo se aprende y para eso hemos venido así que tampoco es tan trágico. Sin embargo, hubiéramos preferido haber aprendido un poco menos para a cambio haber acabado con un corto algo mejor. Ahora estamos trabajando en la postproducción (el montaje es complicado y lleno de efectos, así que llevamos semanas currando con el editor). Esperamos tenerlo acabado para finales de julio y poder volver a España con alguna copia en DVD bajo el brazo.

El otro corto, “Department of Homeland (in)Security” (también conocido como “el de la inmigración”), sigue su periplo por festivales de quinta categoría. De momento, vamos a Long Island y a Flagstaff, una bonita población en Arizona. Como algunos sabréis, en Arizona han propuesto una ley según la cual las autoridades tendrán derecho a pedirle los papeles a cualquiera que vaya por la calle, sin más excusa que la de comprobar si su situación está en regla. Para protestar contra esta medida, el festival ha hecho una sección especial para cine relacionado con la inmigración y ahí hemos entrado nosotros, gracias a un amigo que nos dio el chivatazo (gracias, Guille). También nos han ofrecido pasar el corto en Hollyshorts, un festival de cortos que tiene lugar en Hollywood y que está muy bien. Sin embargo, no hemos conseguido acceder a lo que sería la “sección oficial”; nos dicen los programadores que nos hemos quedado muy cerca y que por eso nos ofrecen pases alternativos.

Por lo demás, somos la purria de los festivales, las raspas de los cortometrajistas, la escoria del cine amateur, los apestados del circuito de festivales; nos han dicho que nos peinemos en cuatro festivales (y los que quedan). Además, el rechazo siempre va acompañado del típico “Este año hemos recibido más cortos que nunca y esto ha hecho que nuestra tarea de seleccionar los mejores haya sido más difícil que nunca, de verdad”. Que te dan ganas de contestar “Hombre a ver, dificilísimo es conseguir que un chimpancé interiorice la teoría de la Relatividad; seleccionar unos cuantos cortos decentes de todos los que os llegan no puede ser tan inmensamente complicado”. Pero claro, qué te van a decir. Nosotros, si alguna vez dirigimos un festival, enviaremos cartas de rechazo más honestas: “Éste es un comunicado genérico para todos los que no habéis entrado en la selección, así que sinceramente no sabemos si tu corto era de los que casi han entrado o de los que ni hablar del peluquín.”

Nuestros planes a corto plazo son:

- Seguir buscando casa en LA a través de Internet.

- Recibir a Marta, una amiga que viene a quedarse unos días en NY.

- Viajar a LA a reconocer el terreno in situ.

- Comprar billetes para ir a España desde finales de julio hasta mediados de agosto.

- Vaciar el loft del East Village, que, en principio, será una tarea bastante sencilla ya que el dueño nos compra todos los muebles y trastos que compramos en su día para el pisín.

- Mantener este blog más al día de lo que lo hemos mantenido en las últimas semanas.

Aquí lo dejamos, que nos llaman a embarque.

Rodaje de "Detour": más desventuras

Para un día que podíamos dormir, resulta que ayer Pablo metió las llaves del Chrysler en el maletero, que quedó cerrado a cal y canto. Estuvimos hasta las 3 de la mañana esperando al cerrajero que nos mandó el RAC de aquí, total, para que nos dijera que contra una cerradura del 63 no podía hacer nada. Empujamos el coche (mamotreto, mamotreto) hasta el aparcamiento más cercano (una media hora de deslome) y, por fin, a las 4 de la madrugada, respondió el dueño diciendo que había vuelto de Polonia y que tenía una llave de repuesto, aunque no está seguro de que funcione. Madrugando para ir a que nos la dé y podamos probarla.

La paradoja del blogger

Ya sabemos que tenemos el blog muy abandonado y agradecemos las presiones de quienes nos exigís nuevas entradas casi se diría indignados por nuestro silencio. Están pasando muchas cosas pero, precisamente por eso, no tenemos tiempo de sentarnos a escribirlas; estamos lidiando con ellas. Gran paradoja, la del blogger: cuando tienes tiempo para escribir, es porque no te pasa nada.
Rodamos el corto de final de curso la semana que viene así que esperamos poder contaros cómo ha ido todo la última semana de este mes.
De momento, sólo un avance de por qué vamos camino de quedarnos calvos.
La historia tenía que suceder de noche en una carretera secundaria. Localizamos un parque-bosque maravilloso en Queens. Pero, como no nos dejaban rodar más de tres días, tuvimos que localizar un segundo parque. Y resulta que en ninguno nos dejan rodar más allá de las 12 de la noche. Como el sol se pone a las 8:00 hoy (y bajando, de aquí a San Juan), eso nos deja con unas escasas cuatro horas para rodar "con luz de noche" cada día. Por decirlo mal y pronto, eso básicamente quiere decir que, aparte de haber tenido que recortar la mitad de planos que Pablo tenía previstos y de haber tenido que reescribir el guión para trasladar cosas que sucedían de noche a la mañana, tendremos que rodar esto por aquí y esto por allí, es decir: "tú la miras a ella ahora y mañana rodamos cuando ella te mira a ti, y a lo peor tenemos que hacerlo en otro parque". Podéis imaginaros el trastorno que supone eso.
Además, gran parte de la acción sucede en un coche, un Chrsyler del 63 tan ancho que no cabe en ninguna plataforma remolcadora, así que estamos peinando el estado de Nueva York y estados vecinos buscando una plataforma en la que quepa el mamotreto.
Mientras escribo esto, Pablo negocia un presupuesto de alquiler de equipo por teléfono y, entre frase y frase, le atiza a la pantalla de su ordenador, que se conoce está haciendo de las suyas.
Os dejo para acudir en su ayuda.
Prometo nueva entrada si el ordenador no ha muerto de aquí a que termine el rodaje y/o no han sucedido otros desastres por el estilo.

Receta a prueba de errores para hacer “chocolate chip cookies” (galletas con pepitas de chocolate)

INTRODUCCIÓN
(Podéis saltárosla si vais con prisa. Ahora bien, si vais con prisa, no es el momento de ponerse a hacer cookies, que parece una tontería pero acabas con la cocina empantanada, llena de galletas enfriándose boca arriba ya que, si las apilas, el chocolate de una se derrite contra la base de la otra y luego al despegarlas se te rompen y... No hagáis cookies si no tenéis la tarde libre).

Como sabéis, los americanos no miden las cantidades en peso, sino en volumen: usan la maravillosa medida de la taza (cup), la cucharita de té (teaspoon) y la cuchara (tablespoon). Tienen más medidas (gallons, quarts, pints, gills, pecks, dashes y seguro que me dejo alguna), todas ellas vinculadas por confusas relaciones de mutua dependencia proporcional, pero con la taza, la cucharilla y la cuchara puedes salir adelante en cualquier receta.

Este sistema está basado en una premisa errónea: que todas las tazas son iguales. Constatamos que los anglosajones son dados a este error, ya que para medir longitudes también tuvieron la maravillosa idea de usar el pie, sin duda una de las partes del cuerpo de tamaño más dispar. Si les hubiera dado por medirlo en dientes, o en ojos, al menos el margen de error sería menor. Concluimos pues que el anglosajón es un pueblo con poco sentido común para lo que vendría siendo inventar sistemas de medida. Menos mal que no les ha dado por medir el dinero en fajos o maletines.

A todas luces, con el tema de las tazas y las cucharas se les ha ido la mano:

1. Usando el sistema basado en el peso de los ingredientes, con una balanza de cocina te encuentras perfectamente equipado para acometer cualquier receta. En cambio, para seguir una receta americana, necesitas un medidor que te diga cuánto es una “cup” y un juego de cucharas para saber cuánto es una “tablespoon” y cuánto es una “teaspoon”. Y no sólo eso: también necesitas saber cuánto es media taza, un tercio de taza, un cuarto de taza, un octavo de cucharilla, la mitad de una cuchara... Total, acaba siendo inevitable añadir a tus instrumentos estos aparejos de la ilustración.


En cambio, no cabe duda de que un cuarto de 100 gramos siempre serán 25 gramos; un tercio de 90, 30; y así sucesivamente. Es lo que tiene manejarse con números: que, al constituir éstos un lenguaje en sí mismos, nos permiten prescindir de la relación con una realidad siempre engañosa.

2. Al hilo de lo anterior, los gramos nos permiten aumentar o reducir la cantidad de ingredientes proporcionalmente sin tener que recurrir a los quebrados; si una receta nos dice que tenemos que usar 1kg de harina y ocho huevos pero nosotros no queremos hacer bizcocho para un regimiento sino para un molde pequeño, sabemos que son 125 gramos de harina por cada huevo, así que es fácil adaptar la receta. En cambio, si la receta nos dice que tenemos que usar 2 1/3 tazas de harina y cinco huevos pero nosotros sólo tenemos media docena de huevos y queremos guardar dos para la tortilla de mañana, reducir las cantidades proporcionalmente se convierte en una tarea harto complicada, sólo apta para los más intrépidos.

3. Estas medidas dificultan mucho la precisión. Son medidas muy de “a ojo de buen cubero”. Y es que, mientras que la unidad del gramo es infinitamente pequeña (el límite es la sensibilidad de la balanza), para ser preciso con el sistema de las tazas, a menudo no basta con los medios, los tercios y los cuartos, sino que a veces hay que recurrir a sextos y hasta octavos. Todo muy práctico.

Como se ve que esto les parecía poco, hasta se han permitido convertir sus medidas de volumen a medidas de peso, de manera que:

4 tazas = 1 quart = 32 oz = 2 libras

Eso es una barbaridad (otra más) porque, evidentemente, una taza de agua no pesa lo mismo que una taza de harina.

Y ya que tocamos el tema del peso, no puedo resistirme a mencionar que 16 oz = 1 pound. Y me pregunto a quién se le ocurrió que sería buena idea cambiar de unidad en el número 16. Seguramente sería el mismo que opinó que a 40 grados había que salir de casa con gorro y guantes.

Dicho lo cual, no me he olvidado de nuestras cookies. He trasladado la receta americana a gramos, no sin haberme visto obligada a incurrir en cierto redondeo, pues no es de sentido común suponer que estáis equipados para medir 288 gramos de harina –ni uno más, ni uno menos-. Pese a mis esfuerzos, podréis comprobar que las medidas me han quedado algo incómodas, sobre todo si uno trata de memorizarlas. Así que he incluido también las medidas en modo americano por si alguien tiene la famosa taza de medir.

INGREDIENTES (salen unas 30 galletas de unos 10cm de diámetro)

· 150 g azúcar (3/4 cup)

· 165 g azúcar moreno (3/4 cup) *No caigáis en la tentación de sustituir el azúcar moreno por azúcar blanco; el moreno retiene mejor el agua y permite que las galletas acaben teniendo la textura deseada (blanda, no crujiente)

· 225 g mantequilla
(1 cup)

· 2 huevos grandes
(los huevos, por suerte, son huevos y ni a éstos se les ha ocurrido liarla con este tema)

· unas gotitas de extracto de vainilla 


· 290 g de harina (2 ¼ cup)

· una cucharadita de levadura Royal


· una cucharadita de sal

· chips de chocolate, cantidad al gusto *la receta recomienda 360 g (2 cups) pero a mí eso me parece demasiado

INSTRUCCIONES

· Precalentar el horno a 200º (centígrados, claro; si fueran Fahrenheit, esa temperatura no os daría ni para hervir agua)

· Mezclar el azúcar, la mantequilla, la vainilla y los huevos. Batir bien.

· Añadir la harina, la levadura y la sal.

Sabréis que vais bien si el resultado es una masa muy dura, que parece apropiada para rellenar grietas en la pared.

· Añadir las chips de chocolate. Esto hay que hacerlo a mano, que si no las chips se rompen. Mezclar hasta que las pepitas queden bien distribuidas.

· Cubrir una bandeja de horno con papel de hornear o, en su defecto, engrasarla bien con mantequilla o aceite.

· Hacer pelotitas o montoncitos de masa y alinearlas en filas y columnas, con la suficiente separación entre sí como para que no se peguen las unas a las otras cuando la masa se aplane. Aquí hay que tirar de inteligencia espacial; en ausencia de dicha habilidad (mi caso), del conocido método ensayo-error.

Yo hago los montoncitos del tamaño de una nuez, que resultan en galletas de unos diez centímetros de diámetro.

· Meter en el horno durante unos 8 minutos.

Al término de este tiempo, veréis que las cookies parecen estar crudas, aunque los bordes estarán algo tostados. No sintáis la tentación de seguir cociéndolas. Sacad la bandeja del horno; mientras se enfrían, acabarán de hacerse. Si las dejáis más tiempo del necesario, quedarán crujientes en vez de blandas, que es como han de quedar. Cuando estén lo suficientemente frías como para despegarlas sin romperlas (un par de minutos), dejarlas enfriando en un plato, boca arriba, hasta que las pepitas hayan vuelto a solidificar.

· Volver a hacer las pelotitas y ponerlas sobre la bandeja, tantas veces como sea necesario hasta que no quede masa. A mí me salen unas tres bandejas.

Et voilà!

Se avecina un verano movidito

Bueno. Pues parece que la cosa ya va tomando forma; de las numerosas incertidumbres que ocupaban nuestro futuro cercano ya varias han ido despejándose.

PRIMERO: Los Ángeles, allá vamos.

Ya es seguro que el año que viene estaremos viviendo en Elei. También es seguro que agosto será nuestro último mes en el loft del East Village. Además, el dueño del apartamento se ha mostrado interesado en comprarnos algunos de los muebles con los que en su día tuvimos a bien convertir este espacio en un “home sweet home”, por lo que la mudanza parece que se va a arreglar prácticamente sola, como tantas de las cosas que nos pasan.

SEGUNDO: Julia ya ha elegido universidad.

Como sabéis, los cirios que pusisteis, las vestales que sacrificasteis, vuestras muy elegantes danzas de la liebre y demás ritos tribales para conjurar a la Diosa Fortuna, han surtido efecto y la niña ha conseguido que la admitan en todas las universidades a las que solicitó acceso. Así que “el problema” ha sido elegir. Tras numerosas charlas e intercambio de emails con alumnos y exalumnos de los programas preguntando hasta por los más nimios detalles (porque en UCLA, ¿qué tal el menú de la cantina? ¿Ponen paella los jueves?), atenta lectura de información de fuentes variadas y mareo de la perdiz hasta que el plumado animalillo no se tenía en pie, nos hemos decantado, en contra de todas las quinielas, por UCLA en vez de por el famoso Peter Stark de USC. Y esto, para gran disgusto de Pablo, que ya se veía dirigiendo “Batman. El retonno”, colocado al frente del proyecto por el dedo todopoderoso de su amantísima esposa (porque ya se sabe que es entrar en el Peter Stark y colocar a tu marido en la superproducción de turno). Los motivos de semejante despropósito, resumidos:

Mandar y escribir, mandar escribir y escribir mandando.

En UCLA tienen un itinerario que se llama “showrunner track”. “Showrunner” es un término que se utiliza en televisión para referirse al creador del concepto de una serie de TV, que suele ser también el productor ejecutivo y coordinador del equipo de guión. Como la ficción televisiva está que le da sopas con honda al cine, y como a Julia le gusta tanto escribir como mandar, éste parece un itinerario hecho a su medida.

Cortos para qué os quiero.

En Peter Stark, el primer año lo dedican mucho a producir cortos. A Julia esto no le interesa mucho; para producir cortos no le hacía falta venir a Estados Unidos, y mucho menos estudiar un máster. Además, mucho de lo que se necesita saber para producir pelis o series de TV no se aprende produciendo cortos; hay un salto cualitativo de un medio a otro. No es sólo una cuestión de que haya más metraje, más dinero y más gente: es distinto cómo se financian los proyectos, cómo se gestionan el presupuesto o el equipo y, por supuesto, cómo se distribuye el producto acabado.

Juventud… ¿divino tesoro?

Los starkies de la promoción con la que coincidiría Julia son muy jóvenes. Esto es así por decisión del comité de selección, que sabe por experiencia que las cándidas almas recién licenciadas son más moldeables que las de los ya corrompidos muchachos y muchachas que saben lo que quieren y no van a aceptar gato por liebre. Julia opina que a un máster hay que llegar con cierta experiencia profesional que te haya ayudado a averiguar qué quieres hacer con tu carrera y que te permita llevarle la contraria a tus profesores, llegado el caso de que alguno de ellos fuera un merluzo (posibilidad que nunca está de más contemplar). En un máster se aprende –o debería aprenderse- tanto de los profesores como de los compañeros de clase. Si tus compañeros son recién licenciados que han decidido hacer un máster porque, vista la crisis, no han sido capaces de encontrar trabajo, hay una parte fundamental de la experiencia del máster que se diluye.

Aparte de todo esto, el campus de UCLA es muy bonito, está en una zona de la ciudad más chula que la de USC, el trato es más personalizado y su sistema de selección nos ha parecido mucho más serio que el del Peter Stark. Mi amigo Arturo (starkie de primero) dice que dudar entre USC y UCLA es como dudar entre irse al Real Madrid o irse al Almería: sí, Almería será muy bonito, pero el Real Madrid es el Real Madrid. Como sabéis, yo soy culé y aficionada a veranear en Cabo de Gata. Por otra parte, siempre he pensado que había una siniestra conexión entre empezar a cobrar la millonaria nómina de manos del Florentino de turno y pasar a engominarse el pelo y enfundarse camisetas ajustadas de dudoso gusto.

TERCERO: nuestro calendario primavera / verano va esclareciéndose.

Pablo rodará su corto de final de año durante la tercera semana de mayo. El primer año del máster de NYFA termina a finales de agosto y el curso de UCLA empieza a finales de septiembre. Fulbright organiza un seminario de formación para becarios a finales de junio en Madrid.

Ahora bien, otras dudas nos acechan.

· Lo que aún no es seguro es si viviremos en un barrio asequible –como por ejemplo “Los Feliz” (pronunciado “lohs filis”)- o si Pablo podrá cumplir su sueño de decir “Cuando queráis, podéis visitarme en mi casa en Hollywood”.

· Aunque UCLA y Julia se han dado mutuamente el sí quiero, la matrícula no está formalizada y mantenemos los dedos cruzados por que no haya ningún problema de papeles que haga que este sueño termine en pesadilla.

· El programa de UCLA es menos conocido y su imagen de marca no es tan buena como la del Peter Stark. Por ello, no prometen una colocación laboral tan sólida. Decir que eres un starkie te abre puertas que no te abre decir que has ido a UCLA.

· Por otra parte, Fulbright obliga a sus becarios a volver a la Unión Europea durante al menos dos años al término del período de formación. Hay formas de saltárselo: básicamente, necesitas que una empresa americana tenga muchísimas ganas de contratarte… Tantas, que esté dispuesta a ayudarte con el papeleo que implica el trámite, a esperarte mientras no tengas visado de trabajo y quizás a cubrir parte del coste del proceso legal. Así que, como veis, que Julia se quede a trabajar en este país es una posibilidad entre complicada e imposible, por lo menos a medio plazo.

· Además, UCLA es una universidad pública y, por tanto, tiene menos fondos que USC, que vive de las suntuosas donaciones de sus numerosos patrocinadores (George Lucas entre otros).

· La entrada en el itinerario que a Julia le interesa de UCLA no es automática; has de resultar elegido tras una serie de pruebas en las que tienes que demostrar que tienes talento para escribir y algo que contar. Julia competirá por una plaza con los estudiantes del máster de guión de UCLA, que está aceptado unánimemente como el mejor máster de guión del país.

· No sabemos cuándo podremos ir los dos juntos a España de vacaciones.

· No sabemos si podremos ir a la boda de Ana y Sergio.

· Tampoco sabemos cuántas entradas y salidas va a tener que hacer Julia en el país ya que su cambio de visado no es moco de pavo y es probable que implique alguna que otra excursión hasta la frontera canadiense.

· Para acabar de poner las cosas sencillas, se ve que el Departamento de Estado de EE.UU. (patrocinador de la Fulbright) ha puesto el grito en el cielo cuando se ha enterado de que la niña ya estaba viviendo en el país. Aquí se entiende poner el grito en el cielo como equivalente de “pretender quitarle la beca a la niña”. La comisión Fulbright española ha defendido la candidatura, explicado que Julia sólo está en NY en calidad de esposa y parece que han conseguido salvar la beca por los pelos. Ahora se trata de procurar pasar desapercibida y de que el Departamento de Estado no vea nuestro último corto que, además de llevar por título un juego de palabras que es susceptible de parecerle ofensivo a cualquier burócrata americano, se burla abiertamente de los procesos de inmigración de este país.

· El coche. O, mejor dicho, los coches. Habrá que sacarse el carnet de conducir y comprar sendos coches, ya que en elei no se puede ir ni a por la baguette del domingo si no es sobre cuatro ruedas. Podemos conducir con nuestros permisos internacionales pero no podemos comprar un coche sin una driver’s license californiana.

Como veis, por cada pregunta a la que hallamos respuesta, nos surgen otras tres. A medida que el tiempo y nuestra proverbial buena fortuna vayan haciendo de las suyas, seguiremos informando.

Noticias frescas de Peter Stark (USC)

Frescas y MUY BUENAS: a Julia la llamaron ayer por la tarde para ofrecerle una plaza en este máster, que era su primerísima opción. Ahora mismo, estamos que no nos lo creemos... Más detalles en breve. De momento, no os perdáis este vídeo.

Julia en el país de las universidades

Aunque la mayoría ya vais sabiendo algo gracias a un mail por aquí y un Skype por allá, ha llegado el momento de recapitular y explicar en qué punto se encuentra la misión “Ninguna Julia sin Máster del Universo en 2010”. Las universidades a las que hemos mandado documentación son (digo “hemos” porque siento que éste ha sido un trabajo en equipo de la muchísima gente que me ha ayudado, aconsejado, apoyado, soportado mis dudas y preguntado por mis progresos):

UCLA – en Los Ángeles. De lo mehorsito que hay en el planeta.
USC – en Los Ángeles. El máster que me interesa se llama “Peter Stark” y sus alumnos son conocidos en Hollywood como “starkies”, sinónimo de “joven listo y creativo” o de “niñato engreído y sabelotodo”, según a quién preguntes.
NYU – en Nueva York. Solicitamos acceso a un máster que es a la vez un MBA y un MFA, es decir, un título de económicas (con su contabilidad, su estadística, su marketing y su todo) y otro de lo que aquí llaman “Fine Arts” (que es donde entraría todo lo de cine, TV y, en general, industria del entretenimiento). Por tanto, hay que conseguir que me seleccionen tanto en la Stern School of Business como en el Kanbar Institute of Film & TV. Si no, no hay máster que valga.
Chapman – en Orange, un pueblo a unos 40 minutos (en coche, por autopista y sin perderse) de Los Ángeles. Aquí también perseguimos un doble máster MBA/MFA, así que tendrían que seleccionarme en dos escuelas.
AFI, American Film Institute – en Los Ángeles. Es un conservatorio financiado por donaciones de profesionales de Hollywood (como casi todas las escuelas de cine) que está muy bien conectado con la industria pero cuyo programa no me atrae tantísimo.
Además, hay otro par de universidades a las que Fulbright ha solicitado acceso en mi nombre pero, para no aburrir con tanto nombre y descripción, paso de mencionarlas.

PRIORIDADES Y DILEMAS

UCLA y USC son las dos mi primera opción porque, la verdad, los dos son la pera y no se me ha ocurrido sopesar cuál prefiero ya que la posibilidad de que me digan que sí en los dos es muy pequeña. Por tanto, lo más probable es que decida el destino.
El programa de NYU también podría estar en el número 1 pero, como la universidad está en Nueva York y lo suyo es que el año que viene nos vayamos a la costa Oeste, queda en segundo lugar.
A partir de ahí, ya tenemos el reguerillo de otras escuelas de Los Ángeles: Chapman primero (aunque con el inconveniente de que está muy lejos de LA), luego AFI y luego el resto.

De aquí se deduce claramente nuestra preocupación: si me seleccionan en UCLA o USC, perfecto pero, si no, ¿Qué hacer?
a. Quedarme en Nueva York sin Pablo
b. Que Pablo se las apañe para hacer el segundo año de su máser en NY. En principio, esto no es posible pero podríamos inventar alguna pirula.
c. Conformarme con una opción menos satisfactoria en LA.
Pues ya veremos.

ADICCIONES

La espera está siendo emocionante, llena de tensiones y sorpresas. Hay un foro en Internet en el que otros alumnos ansiosos y desesperados como yo cuelgan sus inquietudes.
Dice uno: “Me han llamado de UCLA para el programa de guión”
Contesta otro: “Pues a mí no me han dicho nada todavía. ¿Tú de dónde eres? A lo mejor es porque yo estoy en Georgia y a los de la costa Este no nos han llamado todavía.”
Otra: “Pues yo estoy en Filipinas (aunque soy de nacionalidad canadiense) y todavía no me han dicho nada.”
“A mí me llamaron el otro día y me dijeron que sabríamos algo a finales de marzo.”, “¿Alguien sabe algo de AFI?”; “Llamé a admisiones hoy y me lo ha cogido Menganita que dice que ya han enviado todas las invitaciones para entrevista”; “¿Cómo sugerís que vaya a la entrevista? ¿Tengo que llevar traje y corbata? Qué os han preguntado a vosotros?”; “¡Qué envidia, a mí no me han preseleccionado! Mucha suerte, tío. Yo iría en vaqueros.”…
Y así todo. Si este proceso se alarga un poco más, dentro de poco me veréis en una asamblea:

Yo: Me llamo Julia y soy adicta al foro de studentfilms.com
Todos al unísono: Hola, Julia.

También hay otras adicciones, como conectarse cada día a la cuenta online que tienes en cada universidad para ver si han recibido toda tu documentación, si todo está en orden, si ya han tomado una decisión; o mirar el mail compulsivamente; o abrir el buzón del correo con el corazón en un puño, sobresaltándote cada vez que ves en el fondo oscuro un sobre con el logo de una universidad: subes las escaleras (cuatro pisos, hasta nuestro apartamento) sin saber si es mejor quitarte los guantes primero, usar la llave para abrir el sobre o, directamente, emprenderla a dentelladas contra el papelajo. Normalmente, acabas escupiendo trocitos de papel mientras lees un panfleto publicitario sin relevancia alguna.

De momento, a pesar de todo, casi todo han sido alegrías.

ALEGRÍAS

En UCLA hemos pasado a la ronda de entrevistas. De los cientos que se habrán presentado (no sé exactamente cuántos pero calculo que la cifra estará en torno a los 300), sólo entrevistan a 30 candidatos, así que estar entre ellos es una excelente noticia. Cuando me llego el mail en el que me lo comunicaban, estaba en la proyección de una película que todavía no se ha estrenado (un "test de audiencia") y no sabéis cómo me costó esperar a poder salir a la calle para dar brincos d alegría. De entre los 30 entrevistados, escogerán a unos 12 ó 15 alumnos. La entrevista fue el miércoles 24 por Skype y tuve (tuvimos) que preparar un exhaustivo listado de preguntas que me hicieron llegar por adelantado. No me fue mal aunque, si os digo la verdad, a estas alturas ya no distingo “bien” de “qué mal les he caído”. Dijeron que sabríamos algo a mediados de marzo, es decir, dentro de dos semanas. Y esperar, y esperar…

En USC/Peter Stark, tuve la entrevista preliminar en octubre cuando estuve en Los Ángeles. La entrevista no significa nada; simplemente, quieren conocerte para que, cuando lean tu documentación, puedan ponerte cara. A partir de ahí, todo es enviar la documentación y esperar a que suene el teléfono. En teoría, tenían que haber dicho algo el 23 de febrero pero, como este año ha habido el doble de solicitudes de lo habitual, van atrasados. Normalmente, es difícil entrar porque sólo pueden escoger a uno de cada ocho solicitantes. Este año, la cosa está prácticamente imposible; cogerán a uno de cada quince. Entenderéis, pues, que no me haya dedicado a pensar si me apetece más ésta o UCLA: ¡¡¡Me doy con un canto en los dientes con que me cojan en alguna!!!

NYU. Me han preseleccionado tanto en la escuela de cine (donde ya tuve la entrevista el lunes) como en la de negocios, donde me entrevistarán este lunes día uno. Además, he estado de visita en una clase (espectacular el nivel de los estudiantes), he visitado el campus guiada por un alumno y el lunes, después de la entrevista, me invita a comer un estudiante (todo pagado por la universidad, claro). Por si esto fuera poco, el otro día me llegó un mail de una chica española que está haciendo el máster. Decía que el personal de admisiones le había comentado que el lunes tengo entrevista y comida y que si quiero que nos tomemos algo luego. Como veis, se deshacen en atenciones con todos los que hemos pasado a la ronda de entrevistas. No es para menos ya que sólo por el hecho de enviar tu documentación tienes que pagar 250 dólares. Sí, sí: doscientos cincuenta. El resto de escuelas no son tan caras; a Stern se le junta que está en Nueva York, que es de primera y que es de “business” (se nota muchísimo la diferencia entre las escuelas de cine y las de negocios).

Del American Film Institute también me han llamado y tendré una entrevista en Nueva York (muy majos porque no me obligan a desplazarme a LA) el martes.

Aparte de esto, me llamarán el miércoles para entrevistarme de la NYFA (la escuela de Pablo pero desde el campus de Universal City en Los Ángeles) y sigo esperando noticias de Chapman (que es normal que no haya dicho nada porque fue la última a la que entregué la docmentación) y de alguna otra con la que no vale la pena marearos de momento.
Me despido rogándoos que crucéis los dedos, pongáis cirios a vuestro santo favorito, hagáis la danza de la liebre u os entreguéis a cualquier rito que suela funcionaros para obtener vuestros objetivos. Ya os contaré si los esfuerzos surten el efecto deseado.

Chinatown

A finales de enero, tuvimos “cena de empresa”: Mr. Pressman y su mujer invitaron al equipo fijo de la productora a una cena para celebrar el nuevo año y, por alguna razón que se nos escapa, Julia estaba incluida; y Pablo, por extensión. Cenamos en un restaurante de Tribeca que nos pareció correcto a pesar de lo escogidos que somos y, contra todo pronóstico, lo pasamos muy bien. Hicimos buenas migas con la assistant de Ed (hasta ahora conocida por este blog como “la china”), que merece capítulo aparte.

Jen está muy feliz y muy contenta porque ha encontrado nuevo curro. Después de dos años desperdiciando neuronas en gestiones bobas y templando los nervios para no darle un bocado a Mr. Ed, decidió que tenía que marcharse de allí. Bueno, decidido lo tenía desde hace tiempo, lo que pasa es que por fin tomó cartas en su propio asunto. Ahora será personal assistant (creo que ha nacido para eso) de un distribuidor de cine independiente que paga mucho mejor que Pressman y que es mucho menos antipático. Como no podía ser de otra manera, es amigo de éste. Todo es muy diplomático y muy “te deseamos mucha suerte” pero hay cierto retintín en el ambiente. En cualquier caso, como Jen se siente liberada, está un poco pasota y mucho más divertida. Así que en la cena estuvo muy dicharachera y, cuando le comentamos que no sabíamos dónde comprar pescado fresco que no fuera carísimo, nos dijo que nos llevaría adonde lo compra ella.

Jen nació en Taiwan pero se crió en Sydney, aunque estuvo unos meses viviendo en “Europa” (sur de Francia y Escocia, según especificó cuando le comentamos que a nosotros “Europa” nos parecía un término muy amplio) y ahora lleva tres años instalada en Nueva York. Así que, por un lado, tiene una cultura culinaria muy marítima y muy distinta de la neoyorkina; y, por otro lado, conoce Nueva York lo suficiente como para ser una buena guía de mercados. Nos llevó a varios puestos de pescado, fruta, verdura y carne de Chinatown, que no sólo nos quedan cerca de casa sino que además son baratísimos. Si no nos los hubiera señalado alguien de confianza, nunca hubiéramos comprado ahí porque nos hubieran parecido sospechosamente baratos. Pero, sabiendo que Jen compra ahí, estamos ansiosos por ampliar nuestro horizonte culinario con víveres tan asequibles.

Pero no sólo de frescos vive Chinatown. En ese barrio tan grande, que va poco a poco conquistando el Financial District a base de poner carteles en chino a los bancos y a los McDonald’s, hay todo un submundo. Pablo y Gala (que estuvo aquí de visita) se fueron a Chinatown a comprar bolsos “de marca”. Por allí que andaban paseando cuando se ve que a una china les pareció que tenían cara de buscar bolsos (¿qué cara tiene alguien que anda falto de bolsos?) y les dijo: “¿Bolsos? ¿Lelojes? ¿Gafas?” Superada la sorpresa inicial y ya habiendo comprendido que la china les hablaba en castellano, dijeron: “Sí, bolsos”. Entonces, la china saca un walkie-talkie y se comunica en chino con un subalterno, un socio o un proveedor (no sabemos). Imaginamos algo así como: “Al habla dragón rojo, identificados dos posibles clientes; europeos, con pinta de buscar Prada y Gucci, necesito género, cambio y corto”. A los pocos minutos, se acerca otra china que los guía hacia un rincón y allí, detrás de un camión que los ocultaba de la ley, Pablo y Gala estuvieron hojeando un catálogo a todo color. La china manejaba un castellano más que suficiente para manejarse en estos casos: “barato”, “sixty dólar”, “tengo” y “no tengo”. Hasta tal punto les pareció que aquello era como lidiar con la gitana del mercadillo que Gala en un momento dado le dice “Y Luis Vuiton no tienes, ¿no?” No, no tenía. Como no vieron nada de su gusto en el catálogo, siguieron paseando hasta que les asaltó otra china saltarina. Y así sucesivamente. Finalmente, se marcharon de allí sin bolso alguno, pero no de manos vacías ya que no todos los días puede uno contar que ha estado paseándose al margen de la ley.

El corto de los patatuses

Pablo está terminando de montar su corto “Department of Homeland inSecurity”, del que Julia es la muy orgullosa guionista. El rodaje fue muy, muy accidentado. El primer día, sin ir más lejos, no pudieron rodar. Una vez que habían aparcado la furgo, bajado el equipo, definido el plano, plantado la cámara, ensayado con los actores y se disponían a decir “¡Acción!”, salió un segurata del edificio en cuya entrada pretendían rodar para decir que allí estaba prohibido grabar imágenes. La productora no había hecho las gestiones que tenía que haber hecho y en aquel momento no estaba allí, así que, ante las protestas del segurata, las miradas de los doce miembros del equipo se clavaron en Pablo. Tuvo que dar la cara, intentar negociar y, cuando vio que ni el segurata ni su jefe se apeaban de la burra, buscar una localización alternativa por la zona. A pesar de los esfuerzos, no hubo tu tía, por lo que ése fue un día perdido: perdido el tiempo, perdido el dinero que había costado alquilar la furgoneta y el material y, sobre todo, perdida la confianza del actor principal que, si ya era reticente a trabajar gratis y con estudiantes, imaginaros su disponibilidad a confiar en su director después de semejante numerito. A base de trabajo y talento, Pablo se lo volvió a ganar y, al final, hasta le ha dado una lección de profesionalidad. El segundo día de rodaje, que era en un cementerio que está una hora al norte de la ciudad, la conductora de la furgoneta se durmió y el rodaje empezó mucho más tarde de lo previsto. Aun así, haciendo de la necesidad virtud, pudieron rodarlo todo.
Pero no terminaron ahí las adversidades.

Cuando, ya cerrado el rodaje, Pablo se sentó a examinar el material que había grabado, descubrió con espanto que había varios planos desenfocados. No había posibilidad de volver a rodar, entre otras cosas porque el actor principal había tenido que someterse a un cambio de look radical que daría al traste con el raccord (la continuidad de acción, espacios y apariencia que se necesita para que dos planos rodados en momentos distintos puedan parecer sucesivos una vez montados).
Como conocéis a Pablo, podéis imaginaros el patatús que se llevó. Tras no pocas expresiones de incredulidad y desánimo, amenazas de asesinato e intensas sesiones de lamentación, no le quedó más remedio que ponerse frente al mac para montar mientras entre dientes repetía que estaba seguro de que los cortos de sus compañeros iban a ser obras maestras.

Por fin llegó el día en que había que presentar un esbozo del montaje en clase. Y resultó que el de Pablo no sólo era el más acabado, sino también el que contaba mejor su historia. Sus compañeros le alabaron y le dijeron que les había conmovido. Y eso es algo difícil de conseguir, más todavía si uno tiene que hacerlo con planos desenfocados. Ha trabajado mucho, mucho, mucho y se lo merece.

A estas alturas, el director de foto (un italiano muy apañao) ya ha hecho la corrección de color. La banda sonora la compondrá un becario de La Caixa –o “cajero”, como dice nuestra amiga Marta, también cajera- que está haciendo un Master en composición de música para cine. Esperamos poder colgar “Department of Homeland inSecurity” en Youtube a principios de marzo e incluso no descartamos enviarlo a algún que otro concurso, aunque eso lo someteremos a votación entre vosotros cuando podáis verlo.

Entre sobresalto y sobresalto, Pablo ha empezado el segundo semestre. Superado el primer cuarto del Master, son muchos los alumnos que han abandonado el barco: eran 12 y sólo quedan 7. El programa exige una dedicación física, mental, emocional y económica que no todos pueden aguantar. Lo bueno es que ahora el listón sube y las clases son cada vez más profesionales. Hasta abril, las sesiones se dedicarán básicamente a preparar el rodaje del corto de final de año, que será el primer proyecto grande y se rodará en mayo o junio. Se avecinan nuevas emociones.

Ya (casi) somos ese matrimonio de becarios que siempre quisimos ser

Julia fue preseleccionada otra vez para otra beca Fulbright. Tuvo la entrevista el 8 de enero en Madrid y el asunto fue como la paradoja del Gruyère:
- A más queso, más agujeros
- A más agujeros, menos queso
- Por tanto, a más queso, menos queso
Pues eso: esta vez, la entrevista le fue mucho peor. Y, caprichos de la lógica, peor fue mejor.
Cogió el vuelo de vuelta a casa el mismo viernes después de la entrevista y a las siete de la tarde (hora neoyorkina) ya estaba en JFK haciendo la cola de inmigración. En ésas que enciendo su iphone y allí encuentra un mail que empieza con “Congratulations!” en vez de con el tan temido “Lamentamos comunicarle que…”
El mail estaba tan lleno de información que resultaba muy poco informativo (otra paradoja): daba tantos detalles, exigía tantos deberes e imponía tantas condiciones que, al terminar de leerlo, Julia no sabía si le habían dado una beca o un mazazo.
Pero claro, ésas ya no eran horas de llamar a España, por lo que el fin de semana lo pasamos en incertidumbre. Sin embargo, el lunes confirmamos que, efectivamente, Julia ya es becaria Fulbright. Esto significa que le pagarán una generosa asignación mensual, una parte de la matrícula y otros gastos de viajes, seguro y visado mientras dure el Master. Y, por tanto, esto será así SI Y SÓLO SI consigue entrar en uno de los Masters. Como es lógico:
Beca Fulbright <---> Master

Las ansiadas respuestas de las universidades llegarán entre mediados de febrero y mediados de abril. Muy cierto es que el que espera desespera así que a Julia le da un vuelco el corazón cada vez que suena el móvil o entra un mail con publicidad de alguna Universidad. Por suerte, su móvil no es que suene mucho, que digamos.
Tampoco se trata de entrar en demasiado detalle pero, para que os hagáis una idea, estamos esperando el veredicto de seis programas distintos y las posibles respuestas son:
  • Oye, que queremos entrevistarte. Sí, porque parece que tienes buena pinta pero no hemos tenido bastante con el mamotreto que nos has enviado, queremos verte la cara mientras dices lo que has escrito aquí.
  • De momento, hemos decidido no entrevistarte, pero te hemos puesto en nuestra lista de espera así que, si nos falla alguien, te daremos la oportunidad de coger su plaza.
  • Gracias, bonita, pero por aquí no queremos ni verte el pelo.

Que te llamen para la entrevista es muy buena señal, claro. Después de eso, tardan pocos días en notificarte si te han aceptado o no. Si es que sí, tienes un tiempo para decidir si tú les aceptas a ellos o no; no olvidemos que éste, como cualquier proceso de seducción, requiere que la atracción sea mutua: el estudiante tiene que gustarle a la universidad pero también ésta tiene que gustarle al estudiante (sin embargo, como siempre, son “ellas” quienes tienen la sartén por el mango).
Hay una cuarta opción, que sería:

  • Mira, somos tan chulos que ni siquiera te vamos a contestar.

Esto viene siendo un no, sólo que más desagradable. Se ve que hay algunas universidades que no envían cartas de rechazo; si no te admiten, nunca más vuelves a saber de ellos y sanseacabó. Pero son las menos; en general, el trato con el solicitante es exquisito.

Así que a esperar…